EL MEDIEVO MISTERIOSO La profecía del laurel: el secreto del último cátaro,de Jesús Ávila Granado. Barcelona, Planeta, 2005, 488 págs.
Entre las últimas tendencias de la novela histórica destaca el apasionamiento, a veces exacerbado, por la búsqueda de universos lejanos y remotos en el tiempo que por su exotismo son atractivos para el lector ávido de evadirse de este nuestro loco mundo vertiginoso de la hipermodernidad. Si a este viaje creador de vidas paralelas en la Edad Media o en el mundo Antiguo le añadimos una buena salsa de misterio esotérico y profecías, queda cocinado el plato perfecto: lo desconocido mezclado con lo irracionalmente incomprensible. Pero al final se impone la razón y todo tiene una explicación plausible y lógica, con lo que se suele reponer el orden establecido, e incluso muchas veces ganan los malos a pesar de que el héroe de la narración participe en causas imposibles , defienda un orden más justo, impida la victoria demoníaca o trate de alterar la vida corrupta o violenta.
Este interés por los universos históricos lejanos ha provocado un aumento disparatado de narraciones pretendidamente históricas con argumentos esotéricos, detectivescos o epigonales de El nombre de la rosa de Umberto Eco, o simplemente aventureros. En España, si Arturo Pérez-Reverte fue uno de los iniciadores de esta tendencia con obras como La tabla de Flandes o El Club Dumas , no es menos cierto que se han multiplicado por cien estas creaciones con carácter best-selleresco . Muchas desprecian el rigor histórico, el cuidado por la palabra y la narración tratada con un mínimo de causalidad y con congruencia en los acontecimientos, avaladas, sin duda, por el éxito de obras como El código Da Vinci de Dan Brown, entre otras. Los epígonos de Umberto Eco no sólo han unido a apocalípticos e integrados, sino que han desplazado la mezcla de lo culto y lo popular hallada por el autor italiano, hacia una novela alejada del mínimo decoro y supeditada al argumento detectivesco.
Así, han proliferado narraciones del santo grial, caballeros cruzados, misterios sin resolver, fantasmas medievales supervivientes, profecías vivas en el siglo XXI, peregrinaciones religiosas, el enigma de la sábana santa, y todo tipo de aventuras sitas en el pasado y marcadas con buena dosis de morbo. Los autores poseen informaciones dispares y contradictorias, muchas veces de escaso o nulo rigor histórico, pero tienen una habilidad especial para construir misterios en el pasado. De ahí la influencia enorme de la lectura de kiosco en estas narraciones y, sobre todo, del relato periodístico de argumento bizantino pero precisión en el discurso, que a veces parece más una crónica de sucesos que una novela.
Por ello, entre los autores de este tipo de novela encontramos periodistas, como es el caso de Julia Navarro, quien ha obtenido un éxito enorme con La hermandad de la sábana santa y La Biblia de barro , curiosos interesados por la historia como Toti Martínez de Lezea, y profesores de historia medieval que saben dar una torsión adecuada sin perder el rigor histórico a sus argumentos, como José Luis Corral, autor de El Cid o El caballero del templo . Entre los primeros se sitúa también Jesús Ávila Granados, periodista granadino, autor de numerosos libros de viajes y de novelas históricas entre las que destaca la que aquí nos ocupa.
El argumento se sitúa en 1321. Guillaume Bélibaste espera en Carcasona la ejecución de su condena a muerte, con una Inquisición adueñada de Occitania, ochenta años después de la caída de Montsegur y el fin de los templarios y los cátaros. Antes de morir, Guillaume relata su vida, sus huidas constantes de las persecuciones y las revelaciones y sectas misteriosas. Entre éstas se encuentra la profecía del laurel ( no explicamos de qué se trata para no matar el suspense, lo más sustancial del relato) que recae en su persona, y las conspiraciones y traiciones consiguientes, propias de este tipo de novela histórica actual. Después de morir en las llamas, la profecía se ejecuta sin remisión en los siglos siguientes. El relato es trepidante, sin tregua ni descanso en la acción, cargada de elementos aventureros e hipótesis históricas de todo signo, algunas perfectamente verosímiles y otras no.
Su argumento gira alrededor del misterio de la explosión del acorazado norteamericano Maine y su explosión en el puerto de La Habana el 15 de febrero de 1898, que dio origen a la guerra de la independencia de Cuba, con el consiguiente conflicto entre España y Estados Unidos. Dos agentes secretos, Hércules Guzmán Fox y Georges Lincoln, español y estadounidense respectivamente, se encargan de una investigación extraoficial por expreso deseo de los presidentes Sagasti y McKinley que aclare las causas y evite una guerra que se adivina. A ellos se unen una ambiciosa periodista del país norteamericano, Helen Hamilton, y un profesor extraño, Gordon Acosta. Las personalidades de los cuatro son diferentes y, al mismo tiempo, se complementan. Hércules es un oficial de la Armada española y un gran agente de pasado incierto al que se le encomienda la misión como forma de rehabilitarlo. Es un hombre complicado y sagaz mientras que Lincoln es su contrapunto de hombre disciplinado que por ser de raza negra ha de luchar contra el racismo social. Helen es una mujer que intenta destacar en un mundo masculinista, mientras que el profesor Acosta es el compendio de la erudición. Como se observa, cuatro personajes que se asemejan más a tipos que a seres dotados de individualidad.
Ávila Granados construye un discurso muy sencillo cuyo barroquismo se ajusta a la acción únicamente. La complejidad se desprende de la torsión impresa a los sucesos. Estamos ante la típica narración apta para épocas de evasión y para un lector medio ávido de fantasías y dificultades generadas por la aventura. Es la sombra de ésta y las explicaciones de la misma la que da cohesión al discurso y nos permite disfrutar de secuencias notablemente influidas por el mundo de la imagen. Novela, por tanto, recomendable para el asueto y el estío.
J. Vicente Peiró
UNA NOVELA CINEMATOFRÁFICA Conspiración Maine, de Mario Escobar Golderos. Nowtilus, Madrid, 2006. 416 págs.
Les voy a recomendar una novela para estos días septembrinos cuando y estamos volviendo a la normalidad . Se trata de Conspiración Maine de Mario Escobar Golderos, obra histórica policíaca cargada de los elementos más característicos de la narración exitosa actual.
Su argumento gira alrededor del misterio de la explosión del acorazado norteamericano Maine y su explosión en el puerto de La Habana el 15 de febrero de 1898, que dio origen a la guerra de la independencia de Cuba, con el consiguiente conflicto entre España y Estados Unidos. Dos agentes secretos, Hércules Guzmán Fox y Georges Lincoln, español y estadounidense respectivamente, se encargan de una investigación extraoficial por expreso deseo de los presidentes Sagasti y McKinley que aclare las causas y evite una guerra que se adivina. A ellos se unen una ambiciosa periodista del país norteamericano, Helen Hamilton, y un profesor extraño, Gordon Acosta. Las personalidades de los cuatro son diferentes y, al mismo tiempo, se complementan. Hércules es un oficial de la Armada española y un gran agente de pasado incierto al que se le encomienda la misión como forma de rehabilitarlo. Es un hombre complicado y sagaz mientras que Lincoln es su contrapunto de hombre disciplinado que por ser de raza negra ha de luchar contra el racismo social. Helen es una mujer que intenta destacar en un mundo masculinista, mientras que el profesor Acosta es el compendio de la erudición. Como se observa, cuatro personajes que se asemejan más a tipos que a seres dotados de individualidad.
La trama de la novela se complica hasta lo bizantino cuando van apareciendo las primeras pesquisas de la investigación. Los agentes sufren un intento de asesinato y aparece una misteriosa organización, los Caballeros de Colón, secta secreta católica norteamericana fundada en 1882 cuya misión principal fue la protección de los católicos estadounidenses. Aunque la organización existió realmente es ficticia su implicación en la guerra de Cuba, tal como se desarrolla en la obra, lo que demuestra que estamos de nuevo ante una obra que empieza a ser histórica y acaba respondiendo al esquema de la novela policíaca con elementos e ingredientes enigmáticos, esotéricos e investigaciones filocultistas (o pseudocultistas en el caso de muchas obras), como es el caso de la aparición de un tesoro oculto y un libro misterioso, o la ramificación de la trama hacia el primer viaje de Cristóbal Colón a América, y sus verdaderas intenciones relacionadas con un viaje anterior de la princesa vikinga Pudrid, elemento mítico del pasado unido al suspense del presente, una fórmula literaria que funciona muy bien en el ámbito comercial. Vamos, que esta novela responde al esquema marcado por El Código da Vinci y, por ello, es recomendable para un público amante de este tipo de intriga best-selleresca . Lo curioso de Conspiración Maine , sin embargo, es que no hay contradicciones, como sí sucede en aquellas, y datos que se alejan de la realidad por un error (¿voluntario?) del autor. El alejamiento de la historia está motivado por el devenir de la trama de ficción y no por la aportación de datos en caudal. Y es el que el autor opta más por la resolución policial de la novela que por el elemento mítico del pasado, lo cual es grato porque ya es demasiado previsible en la novela contemporánea el final relacionado con lo esotérico.
Por ello, creemos que la investigación histórica previa sobre el tema ha sido exhaustiva y ahí está el mérito de la obra y su principal característica. Se aprecia que Escobar Golderos se ha empapado bien de la época, y ello se demuestra a lo largo de la obra. La presencia de Ganivet, Unamuno y Pablo Iglesias permite comprobar la habilidad del autor en este sentido. Las fotografías e ilustraciones que acompañan cada capítulo nos hace la novela más visual, lo que sumado al predominio de los diálogos, las frases referentes a la acción sobre las descripciones y la ordenación causal de los capítulos y temporalmente lineal, permiten que estemos ante una novela muy cinematográfica (¿se adaptará al cine? Sería un buen éxito comercial en manos de un realizador de estilo puramente hollywoodiense).
J. Vicente Peiró
ACCIÓ I NARRACIÓ L'anell del pescador, de Silvestre
Vilaplana. Editorial Barcanova, Barcelona, 2005.
Silvestre
Vilaplana és un dels autors valencians de trajectòria
que es consolida poc a poc. Va nàixer a Alcoi en 1969 i entre
els seus poemaris més importants trobem Calendari de silencis
i El colors del vent. Ha editat les nove?les La mirada d'Al Azraq
(Premi Narrativa Jove, 1998), Els dimonis de Pandora (finalista
del Premi Bancaixa, 1999), Les urpes del diable i Les cendres del
cavaller (Premi Ciutat d'Alzira, 2003), narració biogràfica
de Joanot Martorell, l'autor del Tirant lo Blanc, traduïda
al castellà, que tingué una bona recepció entre
els lectors.
La seua nova nove?la
s'anomena L'anell del pescador. Al començament, el Papa es
trobat mort al seu dormitori del Vaticà. Els descobridors
del cós se n'adonen de la desaparició de l'anell del
pescador, símbol ancestral legitimador del poder de l'Esglèsia
Catòlica. Cal trobar-lo abans de l'elecció del nou
pontífex. El lladre, un sacerdot, fuig tranquil del Vaticà
i dona el tresor furtat a uns misteriosos personatges. L'acció
és va embolicant fins al punt de detenir-nos més en
la trama que en els aspectes estètics. Uns quants membres
de la Cúria són responsables de portar les regnes
en aquestes circumstàncies: Mancini, representant del conservadurisme
catòlic intransigent, especialista en el culte marià;
Fiore, expert en demonologia i de ferma cultura; i Beniste, camarlenc
especialista en dret canònic. El secretari personal del Papa
mort és un membre de l'Opus Dei (ja tenim el McGuffin hitchcocknià
de l'argument) que encarrega la recerca de l'anell al pare Ferrara,
ex policia membre de la Congregació de la Doctrina de la
Fe, hereva de l'antiga Inquisició. Tot condueix fins unes
profecies de Sant Malaquies i Nostradamus: ingredients perfects
per a gaudir de les qüestions inexplicables.
Com s'aprecia,
estem davant un argument bizantí i enxarxat, però
resolt amb eficàcia i ordre, trets característics
d'un escriptor bastant dominador de la narració. Al cap i
a la fi, trobem una nove?la d'una de les vessants actuals del gènere:
l'argument policíac amb aire culturalista i històric.
Aquest últim aspecte apareix en uns capítols intercalats
on es desenvolupa la història de Guillem de Llúria
i l'apòstata Anselm Turmeda, escriptor medieval de La disputa
de l'ase, barrejada amb altra dels últims dies del Papa Luna
a Penyíscola. Amb allò, ja tenim l'ingredient històric
com a explicació del problema. Com es comprova, la narració
gaudeix de gairebé tots els trets de l'èxit comercial:
personatges arquetípics, detectiu que ha de resoldre una
enigma a l'estil Codi Da Vinci, remulls per diferents camins enigmàtics,
esoterisme, morbo eclesiàstic i suspens trabat. Història,
detectivisme, personatges de l'esglèsia, cadàvers
pel mig, secrets, símbols incomprensibles, i l'enfrontament
convergent entre passat i present... tots els arguments d'una nove?la
dirigida a un ample nombre de lectors que busquen només gaudir
de la narrativitat.
L'anell del pescador
alterna la narració en tercera persona i els diàlegs
dels personatges. L'estructura dels capítols sols mantenir-se
així. La tècnica narrativa és prou ximple,
i això no significa que la nove?la no siga interessant: verbs
en passat, paràgrafs no molt amples, diàlegs d'una
línia... La narració històrica apareix en cursiva,
per a diferenciar-se de la trama principal. I amb un personatge
atractitu, Giancarlo Monti, home del present i periodista incisiu
de la televisió el qual serà clau al desenllaç.
A més, és un personatge que contrasta amb el món
eclesiàstic, i un amant dels riscs, tant sexuals com aventurers:
dos universos contraposats per a la reflexió del lector.
Una nove?la distreta,
d'acció trepidant, sense espectacularitats i amb molt de
ritme. No tota la narrativa valenciana s'allunya dels arguments
universals actuals. Per això, L'anell del pescador és
molt recomanable per a bones èpoques on cal gaudir de l'aventura.
I porta un gran colofó: els versos de l'Elogi dels Diners
d'Anselm Turmeda.
J.
Vicente Peiró
RETRATOS DESDE EL VÉRTIGO El fotógrafo, de Enrique
Tomás. In-Éditor, A Coruña, 2005. 216 págs.
"Había
decidido renunciar a ver el mundo solamente con los ojos".
Así comienza la novela El fotógrafo del autor valenciano
Enrique Tomás. Nacido en 1962, por lo que forma parte de
una generación cuya infancia se balanceó entre la
palabra y la imagen, se inicia como novelista con esta obra, que
ha dedicado diez años de su vida para componerla. Y es que
los buenos autores deben enviar sus trabajos a los lectores sin
pensar en el tiempo; no hubiésemos tenido Quijotes y Tirants
si Cervantes y Martorell hubieran pensado en la fecha de entrega
a la editorial de sus manuscritos. Quizá el sentido de la
literatura, en estos tiempos de prisa neurótica, debería
radicar en la búsqueda del sosiego tanto en el acto de creación
como en el de lectura.
Enrique Tomás
se ha tomado el tiempo necesario para contarnos un ajuste de cuentas
con la sociedad vertiginosa donde nos corresponde vivir. Su protagonista,
E.T.G., acrónimo de su propio nombre, construye una novela
cuyo título se corresponde con su contenido: el fotógrafo
fija la realidad, el instante huidizo, y describe la decadencia
vigente con sus retratos. No es un ser marginal: se aparta por propia
voluntad del universo, en un ataque de rebeldía y locura,
y abandona su empleo aburguesado de alto ejecutivo financiero para
sumirse en el escrutinio de la sociedad con su cámara fotográfica
(como consecuencia, su madre convierte la situación en un
drama y su matrimonio se deshace inexorablemente). Y empieza a cazar
secuencias hasta ofrecer un fresco de las entrañas de la
ciudad. Nunca sabremos si el demente es Enrique Tomás (personaje)
o el mundo, porque como él expresa, "los hombres estaban
locos, sí, y lo peor de todo era que se empeñaban
en ignorar su absoluta demencia". Por eso, la riqueza de situaciones
paradójicas, tratadas casi siempre con un sentido del humor
reflejo de lo ridículo, descubre la vacuidad de nuestro tiempo
y sus imágenes más insólitas. La novela se
antoja como un fresco pictórico perfecto.
El dinamismo del
discurso permite disfrutar con esta novela tan lograda. Sus párrafos
son flashes de frases breves. En ocasiones reivindican la imagen
surrealista más pura, la mayor parte de ocasiones porque
el mundo las ofrece. Y es que nuestro universo mental está
construido por imágenes más que por palabras, de ahí
que el autor juegue a lanzar sus dardos al lector y le exija un
esfuerzo de sincronización de lectura con imaginación.
En ocasiones recurre al anuncio publicitario para subrayar una idea,
como es el caso de la competitividad absurda en el mundo laboral,
las frases hechas como "Prohibido el paso. Sólo personal
debidamente autorizado" para iniciar un capítulo sobre
las peripecias de los fotógrafos en actos sociales o de masas,
o la columna periodística para narrar sus locas peripecias.
No es una novela sencilla pero sus párrafos alcanzan en ocasiones
una brillantez inusual en la narrativa actual.
Aun cuando el estilo
pueda no gustar al lector más clásico y poco enamorado
del riesgo narrativo, la novela gustará incluso a éste
por tres pasajes de enorme calidad. Son los momentos estelares de
la biografía del protagonista (los titula Álbumes).
Álbumes. En el primero (p. 110) repasa su infancia, en el
segundo la juventud (p. 147) y en el tercero ¿la madurez?
(p. 180). Los tres son un retrato muy fidedigno de los aconteceres
de una generación que llegó tarde al boom democrático,
y a sus consiguientes chollos públicos, político-funcionariales
o económicos, cuya educación se paseó por el
seno de la televisión en blanco y negro, con una juventud
que vió a Franco de lejos pero no dejó de estar educada
en el miedo al pecado y al castigo divino, y que padeció
el desencanto democrático con mayor incidencia que sus mayores.
Una magnífica
novela, arriesgada, innovadora, de la que participamos quienes nacimos
en los años sesenta. Hemos visto retratada en ella la imagen
del mundo que nos han construido.
J.
Vicente Peiró
TODO POR EL SEXO El danzarín y la danza,
de Andrew Holleran. Madrid, Odisea Editorial, 2006. 282 págs.
La
literatura gay ha tenido más representantes de lo que se
suele pensar. No nos referimos a aquellos que eran o son homosexuales,
como Oscar Wilde, Jean Cocteau, Luis Cernuda o Federico García
Lorca, sino a quienes han desarrollado en sus trabajos este universo
para retratarlo o indagar en sus raíces. Entre la contemporaneidad,
encontramos autores representativos en numerosos países:
Eduardo Mendicutti en España, el célebre Reinaldo
Arenas en Cuba, o el francés Hervé Guibert con su
novela Al amigo que no me salvó la vida (1990), publicada
poco antes de su muerte a causa del SIDA, por citar sólo
algunos.
Acaba de publicarse
una pequeña joya de esta literatura titulada El danzarín
y la danza. Curiosamente, es una obra publicada en 1978 y su autor
es el estadounidense Andrew Holleran, quien hizo de la homosexualidad
el centro temático de su creación. El verdadero nombre
del autor es Eric Gerber y nació en Aruba en 1943. Ha colaborado
en numerosas publicaciones gays de Estados Unidos y es fundador
del grupo literario The Violet Quill, junto a Robert Ferro, Felice
Picano, George Whitmore, Christopher Cox y Michael Grumley. Ésta
fue su primera novela publicada por la que obtuvo una repercusión
importante tanto en ventas como en crítica dentro del universo
norteamericano de finales de los setenta. Y es que, en una época
donde era más sencillo cuestionar la sociedad estadounidense
que en la actualidad, Holleran había construido el mundo
gay neoyorquino de esos años y el estilo de vida realmente
disparatado y absurdo en ocasiones.
El danzarín
y la danza nos presenta a Malone, hombre que aúna el conjunto
de ideales conservadores occidentales; ideales convencionales y
vulgares. Malone es exponente de la norteamericanidad más
rancia, pero conoce a Sutherland, un gay frívolo y aparatoso,
y al relacionarse con él se obsesionará con la idea
del sexo y el amor. Tras numerosas peripecias, Sutherland convierte
a Malone en un símbolo del universo colectivo neoyorquino:
un ser osado e insaciable capaz de dejar en entredicho la moralidad
de una sociedad decadente y repleta de estupidez. Sutherland es
el guía de su viaje iniciático por el sexo y el motor
de su transformación hasta la obsesión con el amor
en toda sus máximas expresiones.
La obra comienza
con un capítulo previo epistolar de carácter introductorio.
Aunque sabemos que son de Malone, las cartas vienen firmadas con
pseudónimos de personajes históricos galos. Con carácter
metaliterario, explican la gestación de la narración
y su ánimo transgresor. El narrador nos introduce en un mundo
de luces que no es como aparenta; detrás de las bambalinas
sobresale un universo coral de personajes que deconstruyen la realidad
a la vez que viven sus experiencias homosexuales con una alegría
insólita. Ya dentro de la narración nos impresionan
sus ambientes descritos y la disposición forman de los sucesos
como una cascada de avatares, bien conocidos por el autor, hasta
formar una conciencia colectiva de la cultura gay. La comicidad
nos permite disfrutar del discurso: la novela es el retrato de una
sociedad pacata que va desvaneciéndose progresivamente hasta
quedar como una entidad falsaria y completamente corroída
por su propia extraversión. El ingrediente erótico
llega hasta el delirio y, en lugar de servir de medio lírico,
permite adentrarse en una bacanal de sucesos. La tesis de Holleran
parece ser la de que el mundo no funciona sin la práctica
sexual y que sus personajes, grandes y pequeños, se mueven
por el erotismo o lo tienen como meta. La intriga del libro nos
resulta de interés hasta el sorprendente desenlace cuyas
cartas finales enlazan con el comienzo, esta vez más reflexivas
y menos narrativas, y frases resumen de sus pensamientos como "acabaremos
convertidos en viejas harpías masticando la grasa, como los
hombres de por aquí, que no quieren nada más que sentarse
todo el día en la oficina de correo o en la gasolinera haciendo
correr todo tipo de chismes".
El danzarín
y la danza es aconsejable por ser obra cumbre de la literatura gay
y por su carácter trasgresor disparatado.
J.
Vicente Peiró
EL PAPEL SOCIAL DE LA MENTIRA Antropología de la mentira,
de Miguel Catalán. Del Taller de Mario Muchnik, Madrid, 2005.
344 pág.
Miguel
Catalán es un autor situado en el primer plano de la publicación
valenciana. Profesor de Ética de la Comunicación en
la Universidad Cardenal Herrera de Valencia, especialista en el
pragmatismo norteamericano, su amplia obra se dispersa por diferentes
géneros literarios como el ensayo, la narrativa y la traducción.
Publicó su primera novela en 1996, Te morirás sin
saberlo, y en 2002 obtuvo el Premio de la Crítica Literaria
de Valencia, en la modalidad de narrativa, con El último
Juan Balaguer, después de haber desfilado por el mundo del
cuento en Sólo por si acaso (1999). Sin embargo, ha destacado
como ensayista con obras como el libro de paradojas El sol de medianoche
(2001) o Diccionario de falsas creencias (2002), una revisión
de equivocaciones de la llamada "sabiduría popular".
Este último libro marca el punto de partida de su creación
más compacta de pensamiento: el estudio de la pseudología;
de la mentira y el engaño como mecanismos inherentes al comportamiento
humano.
Catalán
inició este trabajo con una obra que mereció el Premio
de ensayo Juan Gil-Albert en 1998, El prestigio de la lejanía.
Recorría el tema del autoengaño, como inicio de su
trilogía sobre la falacia, de la que ahora se ha publicado
el segundo volumen, Antropología de la mentira, un estudio
de su función social. El prestigio de la lejanía examinaba
el engaño en primera persona, mientras que el libro recién
publicado hace referencia a la segunda. La tercera parte nos hablará
de la mentira en el arte, en una tercera persona como es la mimesis
y representación estética.
El atractivo por
la mentira a lo largo de la historia del pensamiento le permite
a Catalán realizar un recorrido histórico por su concepción
filosófica de forma amena e ilustrativa. Así, la mentira
se ha visto como un tabú anatematizado desde la Biblia y
un tema de discusión desde Platón y Jenófanes,
pensadores ilustradores de aserciones como "los niños
y los beodos expresan siempre la verdad", en el caso del primero
(El banquete), o In vino veritas, el segundo. Las opiniones vertidas
por filósofos o literatos permiten la reflexión del
lector hasta su convicción por el carácter expositivo
y pedagógico de la narración.
La tesis de Catalán
es que el hombre no sería humano si careciese de la facultad
del engaño. La mentira es positiva cuando se utiliza para
evitar el daño moral o psicológico hacia los otros.
Demasiada sinceridad desemboca en ocasiones en impertinencia. Todo
hombre posee una imagen social, una máscara, en el sentido
jungiano, la cual puede poseer un alto índice de falsedad
y ocultamiento de la verdadera personalidad. Capítulos interesantes
son los dedicados al mito de Prometeo y a "la sierpe y el diablo",
el primero por aglutinar el sentido mitológico antropogónico
de rebelión y el segundo por el análisis de la atribución
a la mujer de los males del varón. Aunque más destacable,
empíricamente, es el segundo, Configuración del engaño,
siempre partiendo de la mentira como citación de lo que creemos
falso, de ahí el carácter subjetivo del concepto.
En general, el autor parte de la contradicción establecida
entre la visión de la mentira como hecho inaceptable (para
Michael Walzer eran despreciables el asesinato, la crueldad intolerable
y la mentira), y la imposibilidad de la sinceridad absoluta. La
convención social condena la falacia pero tampoco permite
la expresión íntegra de la verdad, como ocurre cuando
una persona se viste con una ropa que le queda horrible y pregunta
si le sienta bien. La respuesta puede ser hiriente si es sincera,
o al menos una impostura personal o social, de ahí que se
recurra al eufemismo o al disimulo para salvar la situación.
Lectura asequible
para el lector, pensada desde la pedagogía, nos permitirá
plantearnos el modelo de sociedad que hemos construido y la naturaleza
compleja del ser humano. Catalán nos advierte que todos mienten...
y lo sabemos.