ALATRISTE

Orgullo de raza
Agustín Díaz Yanes. España. 2006
Calificación: **

Alatriste produce en el espectador sentimientos encontrados. Por una parte, su existencia ya es un milagro y como tal merece ser aplaudida: nunca una película cien por cien española gozó de 24 millones de euros de presupuesto y una gran estrella de Hollywood al frente del reparto -Los otros fue una co-producción con EEUU hablada en inglés-. Por otra, el deseo de apoyar nuestra industria para que se sigan rodando films de su naturaleza choca con la cruda realidad; y ésta es que Agustín Díaz Yanes no ha estado muy inspirado que digamos en su doble faceta de guionista y director. En la primera yerra al haber decidido refundir los cinco libros del espadachín en una sola historia; a ratos superficial, a ratos abrupta y sin duda demasiado larga. En la segunda, es evidente su falta de desenvoltura en empresa tan aparatosa: si bien no se me ocurre otro director nacional –quizá Enrique Urbizu– que la hubiera conducido a cotas más satisfactorias en, por ejemplo, las confusas escenas de acción. La falta de costumbre, supongo.

        Sin embargo, Alatriste también posee virtudes que equilibran algo la balanza. La ambientación resulta magnífica, y gracias a ella se emula la atmósfera deprimida que impregnaba las páginas de Arturo Pérez Reverte: la de un imperio que se desmoronaba por la ineptitud de sus gobernantes. Hay así mismo momentos emocionantes: recordemos la última escena entre el capitán y María de Castro –Ariadna Gil– o el heroico epílogo de Rocroi. Tampoco olvidemos varias interpretaciones meritorias: la de Javier Cámara –el Conde Duque de Olivares–, Juan Echanove –Quevedo– o la del propio Viggo Mortensen. El neoyorquino lograr capturar el espíritu de su personaje, un hombre con un férreo código de honor amargado por el lamentable estado de su patria. Aunque, claro, su extraño acento medio argentino medio inglés no case muy bien con la voz de un recio mercenario español del XVII y debería haber sido doblado; dando la impresión de que se le ha recortado el diálogo a la mínima expresión para intentar paliar el (d)efecto.

        Irregular superproducción que desaprovecha la oportunidad de iniciar una ambiciosa franquicia.

                                                                                        David Coll